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28 de abril de 2011

LOS NIÑOS MAS ESPECIALES

Los niños con Síndrome de Down pueden y deben ir a la escuela, espacio de socialización e integración fundamental. Los hábitos, habilidades y conceptos que ahí aprendan serán herramientas básicas para una vida productiva e independiente.

La relación con otros niños —con y sin discapacidad— les enseñará a compartir, expresarse, respetar y hacerse respetar.

Además de haber enseñado a su niño las habilidades básicas de socialización, descritas arriba, es importantísimo que haya logrado el control de esfínteres para que pueda integrarse a la escuela. Los niños con Síndorme de Down tardan un poco más en aprender a avisar cuando quieren ir al baño, pero siempre lo logran.

Como papás, se tienen varias opciones educativas. Será su niño, y su personalidad, quien les dará la pauta para escoger el sistema educativo que mejor se adapta a sus necesidades y a sus capacidades.

Educación especializada para niños con Síndrome de Down. Son centros donde su hijo convivirá con otros chicos con Síndrome de Down. Por lo general, estas escuelas están muy adaptadas a sus necesidades específicas y cuentan con personal especializado.

Si se deciden por esta opción, se recomienda que busquen actividades extra-escolares para que su hijo juegue con niños sin discapacidad y, así, se fomente su integración social.

Educación especial. Estos centros —públicos o privados— integran en sus aulas a niños con distintos tipos de discapacidad, aunque los grupos se organizan en función de las necesidades de los niños. La recomendación que hicimos arriba aplica también en este caso.



Grupos integrados en escuelas regulares. Cada vez más escuelas —privadas— se abren a este tipo de integración. Pensando que el niño con discapacidad tiene necesidades educativas especiales —que no va a poder cubrir en su totalidad la maestra de grupo— las escuelas optan por abrir un espacio donde estos niños trabajan la parte académica en grupo de apoyo con sus pares y comparten con sus compañeros sin necesidades especiales, las actividades extracurriculares.

Hay que checar que esto ocurra en la escuela en la que piensan inscribir a su hijo porque hay instituciones que cuentan con un grupo de apoyo, pero no integran a nuestros niños en ninguna de las actividades del grupo regular.

Integración al grupo regular. Esta opción se aplica en escuelas públicas y privadas. La idea es que su hijo sea un alumno más en el salón y conviva en las actividades académicas y de recreo con compañeros sin discapacidad.

Los maestros, más sensibilizados y preparados, adaptarán el plan de trabajo de del niño con Síndrome de Down en sus objetivos y contenidos de manera que pueda aprovechar mejor el tiempo en la escuela.

Cabe señalar que cuando el niño es muy pequeño, generalmente compartirá el salón con niños de su misma edad. Más adelante —debido a su discapacidad intelectual— probablemente se desfase. Es importante señalar que este atraso nunca debe ser mayor a dos años ya que los niños reciben el mayor beneficio cuando conviven con sus pares de la misma edad. Si se relacionan con niños mucho más pequeños, su aprendizaje se verá limitado y hasta notaremos regresiones.

Si optan por la integración a un grupo regular se recomienda que fomenten el trabajo en equipo, es decir: la maestra, la terapeuta, los papás y el niño deben sincronizar sus metas y las estrategias para alcanzarlas. Sin el trabajo en equipo es muy difícil que el niño logre aprovechar al máximo su estancia en la escuela.

Todos los niños pueden aprender pero los niños con Síndrome de Down tienen necesidades educativas especiales que hay que atender. Como papás, se deben de acostumbrar a observar y escuchar a al niño para poder detectar lo que requiere.

Tienen que considerar el tipo de apoyo extra-escolar que va a requerir, por las tardes, para reforzar lo aprendido en la escuela e introducir conceptos nuevos. Cada niño es distinto y requerirá apoyos diferentes que pueden incluir: atención psicológica, pedagógica y terapia física, de lenguaje y ocupacional, entre otras.

Procuren que su hijo tenga amigos —dentro o fuera de la escuela— que compartan sus mismos retos. Lo mismo en el salón de clase que en la vida cotidiana, todos aprendemos de los iguales las distintas maneras como puede abordarse un mismo problema. Ver a otro enfrentar un reto desde la misma frontera, bajo las mismas circunstancias, es un aprendizaje muy formativo pues descubrimos que no hay sólo una manera de hacer las cosas.

Los niños con discapacidad deben compartir su vida con chicos con y sin necesidades especiales. Su experiencia de vida será mucho más rica y sus oportunidades para hacer amigos con quienes compartir sus horas de ocio serán mayores.
fuente: Vanessa García Quinto

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